"La hija reintegrada" Es uno de los puntales de la poesía contemporánea dominicana. Su obra presenta a un poeta intuitivo, con graves preocupaciones sobre la existencia del hombre. Sus inicios revelan un énfasis marcadamente modernista, aunque siempre ajeno al deslumbramiento verbal.
Sus primeros versos fueron divulgados en las revistas Páginas, Renacimiento y Letras. En 1921 junto a Rafael Augusto Zorrilla, Andrés Avelino, Vigil Díaz y Francisco Ulises Domínguez, anunció en la revista La Cuna de América, el nacimiento del Postumismo, movimiento poético que patentizó, mediante el uso de elementos genuinamente nacionales, el versolibrismo iniciado por Vigil Díaz en la segunda década del siglo XX.
"Agonía" La hija reintegrada
I
Hija, yo no sé qué decirte si la muerte es buena o si la vida es amarga; sólo te aconsejo que despiertes, adulta de comprensión más que tu Padre!
II
Hija, ya no habrá oriente ni poniente para tu porvenir: una sábana blanca serán tus días, una sábana blanca será tu pasado y tu recuerdo una estrella que frente a frente me iluminará el porvenir!
III
No sé por qué tu agotamiento me trae una recóndita dicha anegada de lágrimas, que me hace auscultar el corazón de la tarde.
IV
Tu infancia y tu silencio me parecen hermanos.
V
Hija, hazme tomar la resolución de los otros: vuelve mi proa añicos y mi voluntad una piragua; que nada sea mío desde hoy, que no quiera poseer nada mañana; desnudo de bienes y desnudo de virtudes hazme; sin egoísmo de lealtades y sin egoísmo de pureza; hazme entero el milagro de darme todo a los elementos, como si fuera en sustanciación un ser increado!...
VI
Tu vida fue microscópica, pero grande; el segundo de tu existir, eterno!
VII
Hija, cuántas nubes, cuántos pájaros, cuántos horizontes insospechados me abre en el amanecer tu ruta!
VIII
Hija mía, para ti la mañana no será clara ni fresca; verás envuelta el alba en la noche, y las cosas de mayor transparencia tomarán ante tus ojos la actitud de un largo crepúsculo.
IX
En este mundo donde sólo se premia la capacidad de fingir mejor, era justo que llegaras, y después de breves instantes, ya estuvieras confundida con la cal y con la mariposa, con el carbón y con la piedra.
X
¡Cómo me alivianas la sombra, al advertir desde que te dormiste que en mi arrede dor todo es sombra!
XI
¡Oh tú, que me enseñaste desde que naciste a ver la vida con ojo más sabio y a la humanidad con ojo más triste! Triste, triste; ¿y no es acaso la suprema alegría de los seres mudables el ser tristes? Triste fue la faz de la tierra cuando se desperezó el primer hombre! Triste tiene que quedar la tierra cuando se desentuma en su regazo el último hombre!
XII
¡Oh, tú, que desde que naciste pude decir: boleta de la tumba Oh, tú, que ya crecida pude decir, por tu desvalidez, la preferida mía.
XIII
Por ti quise cambiar y que la fortuna me sonriera; por ti no cambié y la fortuna no me sonreirá nunca!
XIV
Hija, cada vez que examino tu vida me doy cuenta que tú eres como mi vida: una sombra entre dos crepúsculos!
XV
Iba a decir entre dos agotadoras auroras y ya ves, reincindí, sin querer, entre dos crepúsculos!
XVI
¿Por qué tan pura, tan casta y tan leve, te debas parecer al crepúsculo?
XVII
Olvidaba que toda adjetivación es cruel y ruda: Dios dio desnudo a los hombres el verbo, y del lenguaje, sólo debe quedar desnudo el verbo!
XVIII
Toda filigrana de síntesis es una profanación ¿verdad, hija mía? Ya no te puedo buscar sin parcializaciones, sin atributo contingente: ¡serás en mi incompleto nombrar, sencillamente, el vaho de las cosas!
XIX
No te puedo asir con una palabra, y no debe extrañarte, recónditamente, porque estás para mí más alta que la región de las palabras!
XX
Y vuelvo a caer en las comparaciones. ¡Oh, hija, cuán subordinado estoy a la vida!
XXI
Miserable hombre que osa creer que después de la sombra la vida es vida!
XXII
De imperfecciones se forman nuestras excelencias y es toda la existencia del hombre un brazo tendido hacia el turbio por qué de los enigmas!
XXIII
-Tiene el pulso demasiado débil, pero este letargo no es la muerte-. Su médico era mi propia almohada de cabecera y yo quedé perplejo ante su callado sufrimiento y la miseria de la vida!
XXIV
Si fuera bizco de pensamiento y tuviera la boca siempre llena de mentidas palabras; hija, iba a blasfemar por tu dolor... pero, ¡perdona!
XXV
¡Compran caro el suelo donde colocan a los muertos, y ellos son más dueños de la tierra que los hombres que comercian con ellos!
XXVI
¡Al través de los milenios, los hombres son puñados de tierra que se deforman a su antojo!
XXVII
Hija, ya han venido a avisarme que tus pies están fríos. Hija, resígnate a que lo blanco no sea blanco y a que lo negro no sea negro.
XXVIII
Hija, cuán brilla el sol sobre el tamiz de los guayabos, cómo se agiganta la nada sobre la soledad de tu aposento, cómo nace y renace la esperanza por entre los ámbitos de la vida!
XXIX
Tibien la leche, terciada con agua, para si mi chiquitina despierta. Cuídemela hasta que se vuelva esperma como capullo inmortal el cuidado. Ella es carne de mi vida, flor de mi pensamiento, cemento de mi alma.
XXX
(¡Eres, amada mía, como flor del higüero joven, como el azogue del crepúsculo, como la diafanidad de la Naturaleza toda!).
XXXI
No seas padre; sé Hombre, sencillamente. ¡Gira tu vida a tu derredor y que tu amor a una abstracta "Humanidad" no te haga olvidar jamás de que eres Hombre!
¡Ay Dios, que ves el viento y ves la nube, compadécete de mi alma que es una nube fría en un cielo claro! Mi andar no es andar de consciente sino de sonámbulo; llevo las manos en el aire y el pensamiento en el azul; llamo «madre» a las plantas y a las margaritas «hermanas»; en cualquier riachuelo veo la faz de mi padre, y los luceros, carbunclos de la noche, son mis «hijos». Esta síntesis del mundo que llevo conmigo a veces me sume en la tiniebla; ¡pero siempre me arrastra a la luz! Oh naturaleza, ¿qué mal te he hecho para que me castigues con una carga tan desapacible? Yo sé que vine del misterio, pero los cambiantes de la vida son más inexplicables que las flaquezas de la muerte, o que la sencillez de la nada. Tú no me podrás dar la alegría riente de lejanos días y lejanos tiempos; en ti vengo a curarme de viejos males, en ti vengo a reposar. El pájaro herido busca el antiguo albergue de sus dichas. Junto a aquella rama, yo soñé; bajo la sombra de aquel árbol yo medité; el susurrar del río ya no me sabe a música, pero a un despertar próximo me suena. Mariposillas: no voléis, brisas: no entremezcléis mi cabello cano. ¡Siga mi frente erguida y luminosa como una antorcha! Este hueco de cañada me recuerda la vida y esta placidez de soledad me quiere como hablar de niñez. Yo fui un niño como todos los otros, aunque un poco más cándido y más triste. De ayer a hoy, ¡qué abismo! y de ayer a mañana, ¡qué universo! Con moras frescas me teñí las manos y tengo la mirada cansada de soñar cosas tristes. El cielo que tengo por delante no es doloroso; pero el horizonte de mi vida presente, sí que lo es! El maíz brillaba en las manos del hombre, la polla se internaba entre los matorrales, el cielo se encapotaba sereno. ¡Quién fuera madreselva! ¡Quién fuera río! ¡Quién fuera cañada! Flores, flores, flores. ¡Oh mayo! ¡oh dolor! Tal cuando el sol tramonta, y las nubes oscuras se entretejen de grana y los aires se llenan de infinitos vapores; tal cuando la torcaz da el grito que espanta la nidada y el ruiseñor; tal cuando las montañas que están por arriba de mi cabeza sueñan; tal cuando los árboles tiemblan y los arroyos cantan. Relinchos de caballos en mi puerta, más luego, pasos y voces; a poco, un loco sobresalto de mi ser solamente; en seguida, el sol, la alegría de los pájaros, la mañana, dos aldeanas rientes, una mujer pálida, dos niñas, sus hijas, enmascaradas de riguroso luto, la cruz de un muerto, mi estupefacción al ver, hasta el dolor metamorfoseado de esa manera; mi expresión: «vuestras lágrimas sean benditas»; al momento, mi pretexto de buscar la lechera. Después... el campo y yo con el campo y los pájaros, solo.
La Niña Pola
¿Qué será de la niña Pola que estaba en el campo, que su padre figuraba tonta y echaba a rodar a los vientos de la alborada su risa loca?...
Crepúsculo y alma, ingenuidad y gloria; suspirillos de un pecho que no había tenido pesares nunca, inquietud de unos ojos que habían rondado por la montaña, tras el arco-iris que los corpúsculos tornasola...
Sobre blanco rojo, y sobre rosado, moreno. Brillo como aquel brillo, yo no he encontrado ni en el diamante ni en el destello;
castidad parecida, ni en la albahaca ni en el romero, ni en la petunia, ni en la magnolia, ni en la paciencia; (el sol de espaldas o el sol de hinojos junto al cerro...) - Es muy tranquilo; pero me lleva catorce años. (¡Oh, si supieras, cuántos abismos, cuántos obstáculos, salvo en la tarde, salvo en el alba, para tenerte junto a mi sueño!)
¿Qué será de la niña Pola, que estaba en el campo, que su padre figuraba tonta y echaba a rodar a los vientos de la alborada su risa loca?... La sangre aborta, y a las miradas que están en éxtasis no le es posible seguir el curso ya desarbolado de la égloga..
ORDEN Y ESTRUCTURA DEL PRESENTE LIBRO
Por estar dedicado este volumen al amor, hemos escogido poemas de la etapa anodista de Moreno, porque son versos de juventud escritos antes del 1916 y aparecidos en sus dos libros primeros. Como advertirá el lector, Moreno Jimenes, y así lo dijeron los críticos en su oportunidad, no era antes de la aparición de Psalmos un poeta con acento personal; era un muchacho sentimental, heredero del modernismo, rimador de versos, que incluso habla de llorar apasionadamente por una mujer. Su primer amor, Dolores, era rubia. Quien escribe la conoció en un vehículo público en esta ciudad, cuando ella se le identificó. Moreno le llegó a confesar al antólogo, que su vida estaba escrita en sus versos; que todo lo que escribió, lo sintió o lo vivió. En otras palabras, que él era un poeta absolutamente sincero. Fue un gran apasionado durante toda su larga vida y en estos poemas se desnuda un temperamento que regularmente se ha estudiado por otras temáticas mucho más serias, como dijimos, relacionadas con la muerte, con el ideal, con América. Un personaje que fue siempre serio, adusto, solitario, que envejeció temprano, al extremo de que apenas con cuarenta años parecía un anciano, siempre aparentemente distraído, sin una preocupación por su aspecto físico, sorprende que escribiese tantos poemas de amor, de los cuales, apenas damos una muestra. Ahora bien, al verlos ahora así, sin la compañía de los otros poemas consabidos, aunque algunos han sido muy antologados como Maestra, India, etc.., tendremos la sensación de leer a un poeta, aunque publicado, en cierto sentido aún inédito. A otro Domingo Moreno Jimenes. Veamos entonces, la primera parte, la anodista, cuando él se consideraba que era nadie. En la segunda parte tendremos al Moreno entrando en la madurez y ya en su plena forma. Eso nos permitirá una mirada de simpatía desde otros ángulos líricos.
POEMAS DE AMOR DE DOMINGO MORENO JIMENES
PRIMERA PARTE SELECCIÓN DE POEMAS DE PRIMERA JUVENTUD
haber, mi bien, continuado por más tiempo junto a ti. Pues, ¿qué hice? Descubrí Desde entonces vivo errante, Triste, triste pasé por tu puerta y como es de costumbre no estabas con tus pálidos ojos de niña, con tus lúcidos ojos de alba que conduce a tu humilde morada. Di, ¿qué pudo arrancarte del sitio, del lugar donde van mis miradas a confiarte las hondas congojas en la tétrica noche de dudas de mis hondas y frías nostalgias? ¿Una sílfide vino a anunciarte de este pobre mendigo de besos que va por el mundo do quiera que pasa Porque te he sido sincero en lugar de ser mi amiga, porque te he sido sincero. mi alma tu afecto, enemiga, Que al fin y al cabo tù has sido lo que debiste haber sido liviandad, no amor constante antes de yo conocerte..... Si ella te viera, rosa, te llamaría hermana, y no te envidiaría porque también es blanca, y no te envidiaría porque también es diáfana como el ala de un cisne, como el cristal del agua. Si ella te viera, rosa, te llamaría hermana, y te acariciaría con sus dedos de nácar, y te contemplaría con sus ojos de hada, como te sonreiría con su sonrisa mágica. Si ella te viera, rosa, te llamaría hermana, y te confiaría sus penas más calladas, y no te ocultaría su única esperanza. Si ella te viera, rosa, te llamaría hermana, y al hallarte tan triste bajo la luna pálida, casi instintivamente pensaría en mi alma.
Espero que unos ojos me miren con dulzura como hace mucho tiempo nadie ha osado mirar mis pobres ojos tristes que mueren de ternura, mi pobre frente pálida que muere de pesar... Espero que unos labios se entreabran en la noche como esas flores bellas que exhalan blanda luz, como la noche augusta va desplegando el broche con vaporosa calma sobre el lejano azul. Espero un alma amiga que con mi alma se una para en la hora indecisa del crepúsculo orar, y orando nos sorprendan los rayos de la luna de nuestro amor rielando el anchuroso mar... Espero algo intangible que yo no sé si existe, algo que al alejarse ha sugerido en mí la nostalgia de verme tan demasiado triste ¡El dolor de sentirme para siempre infeliz!
A la yedra la besa la brisa, el sol muéstrale su ojo de oro y la nube su veste de nácar y la noche callada su toldo; mas, la niña inocente y sencilla, que en silencio tranquilo yo adoro, vive sola en un claustro sombrío donde nunca la besa la brisa, ni el sol muéstrale su ojo de oro, ni la nube su veste de nácar, ni la noche callada su toldo; pero que, si la vieran las rosas,
¡Oh! las luchas de su amor con sus rubores en los fúlgidos instantes de pasión, cuando entre dulces candores y temblores vence el invencible amor... ¡Oh! la miel de sus caricias juveniles en los fúlgidos instantes de pasión, cuando siento palpitar los quince abriles de su juventud en flor... Oh! las luchas de su amor con sus rubores en los fúlgidos instantes de pasión, cuando miro sonreír sus ideales ¡Oh! mi amada silenciosa, milagrosa que en los fúlgidos momentos de pasión, va entreabriendo, al suspirar, la blanca rosa
SEGUNDA PARTE POEMAS DE LA ETAPA POSTUMISTA
Como ya señalamos, la segunda parte contiene los poemas escritos o publicados por Moreno Jimenes en sus libros desde Psalmos en adelante, aunque, como también dijimos, muchos de ellos fueron escritos en la misma etapa anterior, en la anodista, con la diferencia de que sus libros posteriores a este de 1921 se consideran, por ignorancia de los investigadores, como partes integrantes del postumismo, pero indicamos que como él tenía un tercer volumen que no pudo editar por razones quizás económicas, los fue insertando en sus diversos libros y plaquettes. Para evitar confusiones al respecto, anotaremos, además del dato del libro y la fecha de edición donde aparece y la página donde está en Las Obras, la de de su publicación en algún órgano de prensa o la que figura al pie en las ediciones originales de los libros citados.
No era aún de noche. Pocas nieblas flotaban en el éter como aureolas o nimbos. La llanura Entro, y sobre la almohada, a esperar los murciélagos o a soñar con el alba que en el pinar se escucha...
I No duermo. Desde el sábado que te vi en el mortuorio de una virgen por la espuma del mar vagan mis ojos sedientos de idealismo; solo y mudo recorro el camposanto, ¡y ni los sauces II Turgente nido de azucenas púdicas cabellera de sándalo y de oro para emerger los dedos bautismales; ojos para soñar mil imposibles; manos de luz para cubrir de besos; frente para olvidar, y labios tibios para la vida adormecer de encanto me hastía todo y sufro.....
Llevaba una caléndula en la mano, entreabierta. Sus ojos parecían dos soles negros. Toda ella temblaba muda de pasión y de miedo. En su semblante pálido florecían dos rosas. Un estremecimiento su ser ya casi exánime recorrió. Yo sentía su corazón ardiente latir. Nos separamos sin hablar. Un reloj que sonaba a esa hora me recordó la muerte.
que me ama en las sombras. Sus dientes son joyas de marfil y sus manos parecen rosas; tiene unos ojos mágicos que asombran y deslumbran es como una libélula que huye o un río que se desborda. o un cielo sombrío que la guarda, y cuando trato de atraerla a mi dominio se encoleriza como una loba; me contempla sonreída mucho tiempo, y luego, cual una frágil ola, parte dejándome aterido sin saludarme a veces dejando que me digan la punta de sus dedos lo que sólo en la oscuridad confía a su alcoba en un derroche de delirio, cuando la media luna por sus jardines ronda. cuando en las cimas nace la aurora, me advierte en las nubes que se deslizan ledas y el encanto de las alondras.
Abrí tu mensaje, como suponías, con las estrellas. Contemplaba el crepúsculo y el destino sonrió para decirme que tú no me habías olvidado. de nuestra humilde casa pía, que daban a la habitación donde pasamos juntos muchas veces dichosas horas de regalo. te ponías, por elegancia, indiferente, yo me abismaba en tus ojos oscuros y te oprimía, en silencio, la mano. y tú entonces, entre los entreabiertos botones, el sol se extingue en el poniente turbio, y estos recuerdos sólo viven en nuestras mentes locas
Te quiero porque eres el más atrevido de todos. Los otros me han traído flores pero la huella de tu uña está latente aquí en mi nuca. El ‘tómame’ de mi existir tú lo trasluciste primero que nadie. Te reíste de mi piel fría; cantaste una copla cuando oíste decir: su alma marmórea, su corazón marmóreo. Yo sonreía, pero tú reíste a mandíbula batiente del teatro entero. ¿Y aquella vez que te llamaron loco? Yo decía magnífico y ante el oleaje de los ilustres rostros brotados, tomaba con la imaginación tu fusta y tenía para el hombre libre una corona de deseos ardientes. Quema todos tus versos y póstrate ante la estatua hirviente de tu propia vida. Te amo por lo que eres ignorado. Tu solo gesto será la sola lumbre de futuro.
¡Fue un milagro que yo durmiera anoche! Sabiendo que la habían casado con otro, que se entregaría a otro, que sería eternamente de otro... ¿Qué iba a hacer? Cualquier súplica iría a caer donde va a parar todo. Ella misma sucumbirá no muy tardado. ¡Cuán presente me habrá tenido! ¡Qué de tormentos contra mi faz que es como la luna! (Debo verlo como una necesidad y no torcer el rumbo que llevo).
La pálida niña de antaño, la novia de cuando yo era un niño; la de las trenzas rubias, de las retinas garzas Ya no es la candorosa niña de los ojos bajos De ayer a hoy, el tiempo los dulces ruiseñores de su mente ha transformado en vampiros. E inútilmente no pasan los años. Ya no voy a correr en las mañanas y hasta los malabares prefiero a los lirios por no marchitarse tan pronto. ¡Y si alguno me engaña ya no lloro, He aprendido a esquivar los más arteros lazos a sofrenar el corazón a veces... Y hasta a limitar el infinito!...
¿Habéis visto una rosa cuando comienza a abrirse feliz por el rocío, la paz y el tibio sol presa a la vez de anhelo, de júbilo y temor? Pues converged la vista por el brismal camino clavadas las pupilas en el azul divino haciendo del pasado, presente y porvenir. En sus dorados bucles luce una flor y lleva un traje verde tierno matizado de azul a la mansión del beso, del trino y de la luz. Es casta, ingenua y ágil como quien tuvo pura sólo una inquietud que le inundó la faz de un rubor que aún perdura carminando y ungiendo sus mejillas al par... A veces una duda falaz la martiriza... le ofrendará amorosa su más blanda sonrisa, cediéndole las manos o los labios, tal vez.
hablaban de sus peregrinaciones Un ramillete de galanas rosas se marchitaban por olvido sobre una consola de mármol. Rondaban por el tranquilo cielo una paloma con su palomo al lado. El parque y el vergel se estremecían.... en una charla que se desvanecía en la confidencia turbaban la monotonía del ocaso..... De improvisó llegó una joven que debió tener luto fresco pues hasta tenía húmedas las manos. Parecía un personaje de novela y era sólo una virgen de veinte años, que al decir de sus demás amigas,
antes de ser mujer era una niña que no tenía escrúpulo de mí. Saltaba la cuerda en mi presencia. Siempre al verme llegar corría a pedirme cuartos para caramelo. A veces me guardaba café, y hasta recuerdo que en días de pesar por no escuchar los reclamos de mi corazón, yo la saltaba sobre mis rodillas. Ahora tan sólo me acierta a mirar, sin decirme siquiera adiós. No sé lo que yo le habré podido hacer. Creo que siempre he seguido siendo con ella igual. Ah, ya sé: piadosas amigas le habrán dicho que debe huir de los hombres. ella que es tan cordial amiga. Sé de los comentarios antes de la lectura. y tendrá para el amigo del amado un elogio entre dientes acompañado de una mansa sonrisa. Sonreirá como las princesas de los cuentos de hadas cuando están tristes. Ya veo en su rostro perlas y júbilos mudos que son lágrimas. ¡Si el vaho de las montañas pudiera hacerse sílabas y cupieran en los interregnos de las letras A lo menos debí remitirle una madreselva del campo, o ponerle al pie de mi firma las iniciales de mis dos poemas más ilógicos: llevo el alma dormida como un remanso; mi musa futura, bella en la oscuridad del amanecer.
Me hace falta una dulce Julieta Que me diga con trémula voz: compartamos ternura y dolor’. La mujer de hoy en día me aterra. con el siglo presente vivir. No es un ansia febril que me mueve a buscar una dulce beldad, sentimiento de amor y bondad. Ya presiento mi triste partida, y quisiera poder compartir con un alma inocente y feliz. Unos van tras un mago zafiro, otros marchan de glorias en pos; ¡por amor, por amor, por amor!
Me empeño en ser tu dueño, porque Dios te hizo casta para saber por qué te pones roja cuando a solas te hablo, y por qué pálida cuando la tarde aléjase. Quisiera que tú me confesaras una noche por qué estás triste cuando al lado mío, miro el cielo primero para verte, y luego le hablo a mi alma para hablarte; y después, cuando apártome de ti, llevando el corazón en una mano, tras las enredaderas y los jazmines advierto tu semblante, triste, triste. Tú tienes la nostalgia de la fuente, la infinita tristeza del crepúsculo, y es tu vida muy diáfana. Azahares tan sólo en tu camino se han abierto.
que no escuche tu voz....
La negra de los dientes blancos darme una cita junto a los naranjos en el momento en que gorjean los pájaros. Se fue por la avenida de las acacias. Y en tanto que unas cotorras la empalizada brincan y ella por el andén se va alejando, la visión de otro cuadro, y ya siento en mis manos su cintura y en mis labios sus labios; tiemblan cual uvas sus morados senos; y como un tronco al cual ya ha herido un rayo cae su cuerpo por tierra, y en el bosque los ruidos cesan por un rato. Y ya desvanecido aquel mal sueño, con los ojos fijos en el término vago continúa mi impiedad, indiferente como si nada hubiera pasado.
ROSA, EL POEMA DEL AMOR ANTILLANO El Mercado de Santiago entre risas; el maíz tierno y el almácigo fuerte; la zanahoria, los rábanos, el pimiento; la berenjena tinta y la yautía con matiz de auyama; la cabra que cura la fiebre el romero que nos vuelve los ojos nuevos desde la madrugada; la ‘flor del sol’ que recuerda a las mujeres el baile del merengue y el queso que revoluciona la chicas hacia la miel de abejas. Ya está Rosa que llegó de Canca; Canca es una aldea de Tamboril que acostumbra mandar al pueblo hembras con los ojos húmedos: El traje está hecho a expensas de rosas grandes de un rosado subido; Rosa tiene unos dientes que parecen de leche de cabra; los ojos simulan rubios de tanto que brillan; las cejas son de terciopelo; el cabello torna ser sedoso y rizado a un tiempo. Rosa no ha llegado al pueblo para que ‘La Joya’ se la trague; de correr al galope sobre el lomo de todas las joyas. Rosa mostró disgusto cuando le hice varias incisivas preguntas. Por unos instantes entornó los ojos como si quisiera llorar; breves segundos estuvo fijo de unos arrieros que pasaban. Pero, ¡Oh cabriola del invierno o Samatén del Trópico! Rosa entre desdenes y esquiveces, ¡No puedo deciros la lumbre de sus ojos a lo que me supo! Sentí como que descolgaban la Iglesia Mayor a repiques seguidos; Rosa, Rosa, le dije, dame un gancho. Apareció un vendedor de pozuelos: ‘El café de los dos’, pensé. II Tengo a Rosa de edecana en mi casa desde hace tres días. ¡Con cuánto cuidado plancha mis camisas! ¡Cómo se enfada cuando mi voz se torna seca! ¡Cuánto júbilo cuando le ordenan que me sirva mi café el primero!
III y Rosa, al endulzarme el té de ‘yerba buena’, ha volteado la cara al otro lado… IV El hijo de Rosa está grave. Rosa ha tenido que partir al campo. huyó Rosa del mapa de mi vida. V Hago la obligada espera en una oficina. De improviso, es la misma Rosa que me mira y que me habla. VI
Las uñas están más cuidadas, el túnico es de un matiz de rosa pálido. VII Rosa está en la ciudad y parece que nunca ha ido al campo. VIII
Hablamos de volver a vernos, pero el destino es cruel con nosotros. Por más que nos empeñamos y nos esforzamos, ni sombra del uno puede intentar jamás palpar el otro.
IX
Mi vida toma un tinte sombrío. Por los cerros de mi ideal pasa, huracanado, un viento de tragedia. Toso muchísimo en la noche y voy adelgazando con rapidez.
X
La palma de nuestras manos se ha tocado entera; sentí que la voz se le puso triste y se marchitó de arrobamiento su cuerpo.
XI
(Ahora sí es verdad que ella me ha presentido, y yo que tuve su sonrisa por un mohín inútil, y yo que me figuraba que el agridulce de sus ojos era inofensivo como la llamarada del sol sobre el agua). XII
Ya su sonrisa cobra aires de bandera al sol.
XIII
‘Como tú quieras. Siempre que tú quieras’. XIV
¿Por qué me llevaste tan lejos? XV
‘¿Alguien te dijo alguna vez que yo era poeta?’ XVI
‘Seamos libres como la noche’. XVII
‘Confundámonos como el polvo y el viento’. XVIII
su voz crepuscular es dulce. es fogosa como una ráfaga, pero a un tiempo es humilde. la ciudad se ha quedado al margen. Toda la moza en cuerpo y alma pertenece al campo. XIX
Toda la prima noche del 24 de diciembre tuve la impresión de estar en el campo. XX
El aire que respiro es perfumado; tengo jazmines entretejidos en los dedos, y un cansancio de rosas desmayadas en los sentidos y en los huesos.
XXI
Rosa, iba a hablar… y comprendí que era innecesario; y ahora te sonrío por entre los recuerdos.
XXII
Rosa, Rosa ¿estamos en noviembre ESTELARES RUTAS
I ¡Oh, amada: por ti mi rosal ha despabilado sus estrellas! Sólo a tu conjuro la noche me ha soliviantado en su ancho océano… Me interné en la infancia; entré y salí del alba de la muerte II
¡Oh, amada! el día que te desmayaste en mis brazos; abril era, la felicidad había estremecido mis ámbitos, y mi corazón no lo advertía. (Todavía tengo el corazón inflamado y un sahumerio de lilas que me cala el ser todo entero.) III
me ha sabido a azucena la brisa. IV
Única, tenías que ser así, única; mía en el día que se agita; mía en la noche que renace; mía en el alba que despierta; mía en el crepúsculo de la raza futura que aún no ha germinado; ¡mía hasta antes de nacer y hasta más después de morir! V
Cuando me ibas a mirar te sonreías y cuando te besé por primera vez lloraste. ¡Oh, el dolor del beso primero! ¡Oh, el martirio del beso primero! ¡Oh, el infinito gozar y sufrir a un tiempo del beso primero! VI
Ya en tu patio los rosales no dan rosas sino estrellas. No lo dudes: ‘me amas’, ‘me amas’, ‘me amas’. VII
Y si no me amaras, ¿qué sería del orbe? ¿Y del pájaro solitario en la rama? ¿Y de la pobre onda líquida cuyo equilibrio es su desequilibrio? En ti laten causas de mundos; pero te vistes de levedad para que te ignore hasta el átomo. VIII
¡Oh, amada!, la que te me ocultabas a cada sinrazón de la jornada, me vuelves de niebla los pies y las manos. Y junto a ti estoy siempre, EN EL ÁLBUM DE UNA NIÑA DE SAN FRANCISCO DE MACORÍS
y los recuerdos en las praderas de asfodelos hablan. tú, que restaste una noche al sueño para cubrir con un fulgor el alba; tú, hondonada en el pelo; pies que al pisar presienten; y los recuerdos en las praderas de asfodelos hablan.
VERSOS DE AMOR Y DE MISTERIO En todas las horas de la ausencia mis manos palparon el más desnudo tacto de tu boca, naufragaron en la lejanía de tus ojos… Me dormía con tus piernas oprimidas junto a los brazaletes de mis manos; sentía el dulce rumor de tus cabellos y hasta el eco de tu mirar lejano. Después, al despertar me bebía el alba y veía una cana de mi cabeza, gemir de dolor entre tus dedos.
Tan triste que eras cuando niña y ahora tan lúcida que te ve mi pena. Muchachita que trajeas de luto, yo distingo el azahar de tu corpiño de encaje, que me perfumaba el perfume… Por la calle 19 de Marzo vivías y ahora se encuentran nuestros pasos por la calle 19 de Marzo. Dirás que a mí las confidencias no me lucen y te diré que no me luce ni siquiera el silencio. Nuestra conversación por lo general es trivial, pero yo recojo en tu sonrisa de ayer, tus palabras de ayer, de hoy y de siempre. Muchachita no te dejaría mentir si un día quisieras entrever
I
Quisqueyana, déjame besar los vellos de tus piernas; déjame inundar la inédita vía de tu anhelo… Mujer de los arqueados ojos sosténme en el torbellino de mis aspiraciones y mis deseos; cunde mi plectro con la suavidad de tus manos y reverdece con tus palabras el apagado cenit de mi anhelo. Mujer, mixtura de infinito comprende a tu hombre triste, salmodia a tu muerto, y coge al vuelo la paloma de los pies y de los ojos alados. y el crepúsculo se derramó en cadencias sobre las puertas sin forma de lo desconocido. II
Todo el mundo callaba en la aldea. ¿Si la música se parecerá a la muerte?
Dulce niña amada de los ojos negros, la miel en los labios y el alma en la voz: ya no me consuelas en mis horas tristes ni en la noche vienes a hablarme de amor. Musitaba en silencio el pobre hombre y ni la brisa a ras del horizonte, calmaban el hambre de su pecho. El cielo mentía un agujero claro, y las sombras de los distantes árboles daban a la aurora una quietud crepuscular de marasmo. Hoy, al través de catorce o quince años, musita en silencio la misma canción, y la misma inquietud de aspiración corroe sus entrañas y su pecho.
¿no sabes que ya yo he olvidado la vida? ¿no sabes que ya yo he trocado mi corazón por un cayado? ¿ignoras que hasta la lumbre de mi sentir se ha desvanecido?
ÓLEO visión de un sueño esclava; La esperanza en el viento. Polen de alba en el nido…
Maestra: recuerda el amanecer con su vaca lechera, Háblanos del plátano que rezaba a la sombra y del guineo que amarillaba junto al oreganito. Del maizal que nos confirma que en América no es exótico ni lo rubio ni lo negro. Maestra, no te muestres tan distraída ante tus parroquianos hombres… es de todas las cosas lo que en verdad te importa. Trocar los sexos, ¿y con qué objeto siendo como eres en realidad, de un sentir prolijo y tierno? Así: minuciosa, sensible y sumisa y te anhelan mis hijos que están en gestación desde la infancia.
India, desde la cabeza hasta los pies, pero ya ves, escribí india a veces la salvación de un porvenir está en el pasado. donde se consumió la indiada nuestra, donde se sublevó el cacique que enarboló ese nombre. Con la tristeza de tu mirada y la majestad de tus senos yo estoy comulgando horizonte arriba… (¡Oh, tú que viniste a mí con la nostalgia del otoño y la reciedumbre de la primavera!) En mí estabas buscando un hijo que tal vez se te había perdido o el primer varón del orbe que se había de tus sentidos eclipsado. y me lanzabas responsos de diatribas. Ahora, ya ves, yo me he alejado… Y he dejado el presente a tus pies como una cosa muerta… Seguiré en mi afán de realizar a América; aunque ya no con la voluta de la caricia ni en el volcán de la sangre, sino en este vislumbrar de rey vencido… (Trescientos siglos diluidos en cuarenta y cuatro años) ¡Oh, Mujer! qué remoto debiste verme, y mi doliente afán de ajuar antiguo… ¡Qué soso te debí parecer siempre con mi alocado afán de futuros inéditos!…
¡Oh tú, vagabunda! con quien me di el abrazo en el río, no te engañe el lucero del alba, no te engañe la luna de Julio, no idolatres la gasa del monte ni profieras: ‘La Patria es mentira’; yo alenté tus primeros impulsos, gasté en plata tus rútilas perlas, he incendiado las aguas de instinto, como he constatado en un rapto de suprema constancia la terrible igualdad de la risa, de la sal, de la sangre y el agua. Vivo yo, debes creerte que he muerto; muerto yo, debes mirar que vivo hecho miedo en tu risa de histérica, hecho espasmo en la simultaneidad de la muerte y la vida! Es verdad que no era la misma; sus fragancias quedaron en mi alma ¡Tulia; Tulia! -Grité desde el Emparrado de Bella Vista, y ahora la encuentro menguada por los años. y mi sangre se agolpa en un anhelo de resurrección; pero la busco, la busco y no la encuentro. ¡Será por ventura la vida un hálito que se apaga en el tiempo? y yo continúo siendo el mismo. II Amémonos más allá de la muerte; en la eternidad y más allá de la eternidad. III ¡Acaso Dios nos dejó en la tierra para cruzarse de brazos ante el destino de los hombres? Irrumpamos sobre el destino de las cosas, y conquistemos de nuevo la vida. Bibilgrafía
Promesa 1916 (Pág. 20 de Las Obras). (1913) Promesa 1916 (Pág. 28 de Las Obras). (1914) Promesa 1916 (Pág. 32 de Las Obras). (1914) Vuelos y Duelos 1916 (Pág. Pág.41) (1915) Vuelo y Duelos 1916 (Pág. 45 de Las Obras). (1915) Vuelos y Duelos 1916 (Pág. 45 de Las Obras). (1915) Vuelos y Duelos 1916 (Pág. 48 de Las Obras) (1916) Vuelos y Duelos 1916 (Pág. 56 de Las Obras) (1916) Psalmos 1921 (Pág. 71 de Las Obras). (Letras, 14/7/18) Psalmos 1921 (Pág. 72 de Las Obras) (1818) Psalmos 1921 (Pág. 72 de las Obras) (Escrito en 1917, Letras 18/8/18) Psalmos 1921 (Pág. 79 de las Obras) (Letras 20/10/19) Psalmos 1921(Pág. 80 de las Obras).(Lettras20/7/19) Diario de la Aldea 1925 (Pág. 109 de las Obras). Decrecer 1927 (Pág. 117 de las Obras). Decrecer 1927 ( Pág. 117 de las Obras). (1918) Decrecer 1927 (Pág. 118 de las Obras). (1918) Decrecer 1927 (Pág. 119 de las Obras). (1919) Decrecer 1927 (Pág. 120 de las Obras). (1921) Decrecer 1927 (Pág. 122 de Las Obras). Días sin Lumbre 1931 (Pág. 141 de Las Obras). (1917) Días sin lumbre 1931 (Pág. 141 de las Obras). (1917) Días sin lumbre 1927(Pág. 144 de las Obras). (1918) Palabras sin Tiempo 1932 (Pág. 172 de las Obras). (1919) (Día Estético No.7, 1929) Embiste de Razas 1936 (Pág. 198-201 de las Obras). (1935) Sentir es la Norma 1939 (Pág. 214 de las Obras). Sentir es la Norma 1939 ( Pág. 216 de las Obras). Sentir es la Norma 1939 (Pág. 216 de las Obras). Fogatas sobre el Signo 1940 (Pág. 217 de las Obras). Fogatas sobre el Signo 1940(Pág. 218 de las Obras). (1933) Fogatas sobre el Signo 1940 (Pág. 220 de las Obras). La Religión de América 1941 (Pág. 234 de las Obras). (1938) La Religión de América 1941 (Pág. 235 de las Obras). La Religión de América 1941 (Pág. 236 de las Obras). (1938) La Religión de América 1941 (Pág. 236 de las Obras). (1938) Canto al Atlántico 1941 (Pág. 243 de las Obras). (1932) Santa Berta y otros poemas, 1959, (Pág. 296 de Las Obras).
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